martes, 1 de diciembre de 2020

BAILE DE DISFRACES



La nación estaba de celebraciones. Ese año se festejaba un doble aniversario: por un lado, el rey cumplía setenta y cinco años, y por otro, llevaba treinta en el trono. Para conmemorar tan especial efeméride, el monarca decidió organizar un evento en el palacio real para las personalidades públicas más importantes del país; los varios problemas de salud de los que estaba aquejado en los últimos meses no fueron un impedimento. El homenaje coincidió con la época de Carnaval, así que el soberano, de carácter bromista, quiso que fuera un baile de disfraces temático. Y dispuso la siguiente condición: que los invitados se vistieran de animales. Así pues el día del evento el rey se disfrazó de elefante; le añadió a su traje un pequeño detalle: una mancha roja en la espalda simulando sangre por un tiro de escopeta (así manifestaba que era un apasionado de la caza). Deseaba que los asistentes llegaran y comparar la originalidad de los atuendos.

De entre los primeros en llegar destacaron los secretarios generales de los dos sindicatos mayoritarios del país, que se habían puesto de acuerdo en el disfraz. Se echaron a reír cuando más tarde se encontraron con el presidente de la patronal. Y es que este también había coincidido en el traje: de zángano.

La secretaria general del partido gobernante, de mantis religiosa, habló largo rato con el empresario más rico del país, de cerdo, para proponerle que aportara una cantidad económica con que financiar el partido, y con el gobernador del Banco Central, de rata, para negociar un crédito a un interés más bajo de lo habitual.

Muchos de los presentes, en algún momento u otro de la noche, buscaron al presidente del Tribunal Supremo de Justicia, de búho, para intentar sobornarle y que este archivara las causas por las que estaban siendo o iban a ser procesados.

La velada fue transcurriendo. El jefe de la oposición, de asno, echaba de menos a alguien con quien discrepar. Y es que el presidente del Gobierno aún no había llegado. Si comparecía, le reprocharía que desde que estaba en el poder hubiera impuesto una serie de recortes en todos los ámbitos, en especial en la sanidad y la educación, y reformado varias leyes. Todo ello hizo que los ciudadanos sufrieran un retroceso de los derechos sociales, lo que provocó que demostraran su descontento en manifestaciones que llenaban el espacio público día sí, día también. Para contrarrestar eso la clase política dominante manipulaba los medios de comunicación y sacaba a la calle a las fuerzas de seguridad, con lo que, a su vez, los ciudadanos también vieron mermados los derechos civiles.

Finalmente llegó. Entró en la sala de recepción. Vestía de blanco. Iba acompañado de varios guardaespaldas, de escorpiones. El séquito se dirigió al salón de baile. Después de recorrer un largo pasillo, el grupo se detuvo ante la puerta de la estancia, cerrada, durante unos segundos.

En ese corto espacio de tiempo, alguien de los que formaban parte de la comitiva sacó sigilosamente un arma blanca de entre sus ropajes. Rápidamente se la clavó al presidente en el costado derecho. Este abrió los ojos y se encogió. El atacante cogió el arma y se la volvió a hundir en la carne. El presidente gritó y se retorció.

En ese momento las puertas de la sala de baile se abrieron. El presidente se tambaleó y cayó dentro del salón, a cuatro patas. Se creó una gran expectación. El disfraz de cordero degollado del máximo responsable político del país era de un gran realismo; especialmente lograda estaba la sangre, que se deslizaba intensamente roja en contraste con el blanco. Causó un fuerte impacto. Los invitados prorrumpieron en gritos de admiración y aplausos.

10 comentarios:

  1. Brutal!!!
    Buenísimo.
    Lo has clavado.

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    1. Lo escribí hace unos años pero creo que el tema que trata aún sigue vigente.

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  2. Jaaaaa esta buenísimo,
    me hiciste reír mucho.

    Besitos dulces

    Siby

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    1. Me alegro de que el relato te haya hecho pasar un buen rato, Siby.

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  3. Oh rayos, ese payaso está tétrico. Y totalmente opuesto el relato: entretenidísimo. Saludos.

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    1. Sí, siempre me han parecido que los payasos tienen algo de inquietante. Saludos.

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  4. Unos disfraces que representan con cristalina transparencia al personaje público que ridiculizan. Un esperpento delicioso. Parece sugerir que no hay ni uno bueno.

    Un abrazo.

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  5. Tienes razón en lo último que dices; quizás el que más se salva es el búho, que representa el juez.

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  6. Leerte es como que el aire fresco de la primavera entrara por mi ventana

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  7. Gracias, Recomenzar, por tus animosas palabras.

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